el desorden de las cosas

Todo fluye como debe. Se cierra una puerta, se abre un ventanal... La estructura (o eso de que todo tiene que tener un principio, un desarrollo y un final) es un mito. Una forma de clasificar los eventos para que no nos de miedo perdernos en la complejidad de la existencia.

Lo cierto es que no existen los finales rígidos. La vida es como las nubes en el cielo, o las olas en el mar: una no termina de desarmarse cuando la siguiente empieza a tomar forma, y ese solo evento se multiplica por millares que acontecen paralela y sucesivamente en toda la esfera. Todo fluye como debe.

Así también mi propia existencia. No hay días buenos o días malos. Hay días (como hoy) en que hay de todo. Lo bueno lo vivo intensamente, lo revivo, lo agradezco (a propósito, gracias amigo mío, me has aclarado bastante la película); lo malo, lo edito. Como este largo post, que quedó corto, con el fin de hacerlo inteligible para el pobre y confundido lector que sufre, inocentemente, mis propios vaivenes emocionales.

Insisto, vale la pena sentir más que pensar.

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