Tormento

Caminó, internándose en el bosque teñido de azul. La irregular vegetación dificultaba su andar. A tientas a veces, lograba abrirse paso, no sabía hacia donde, no sabía qué era exactamente lo que buscaba. Cómo había llegado hasta ahí era un misterio imposible de decifrar. A veces los pájaros sobrevolaban aleteando agitados, muy cerca de él. Se encontraba perdido en la espesura, sin embargo trataba de imponerse a la oscuridad.

"No hay viento favorable para el que no sabe adonde va", recordó. Entonces se detuvo, cerró los ojos e intentó ver. Intentó sentir el camino de vuelta en su piel. Un escalofrío recorrió su columna y por fin entendió que se encontraba completamente solo. Dedicó sus mejores días a expulsar a los demás del jardín fantasioso que había cultivado con tanto orgullo. De ese luminoso edén colorido y perfumado que consideraba debía ser su existencia. Todo lo que no cuadraba con su estructura, debía quedarse afuera. El amor debía ser épico, no mundano. No real. Las historias debían ser fantásticas, los personajes complejos y atractivos. Y si no lo eran, el exilio. El jardín había perdido la vida, se había secado, los árboles lloraban muertos y grises, no había amor en el paraíso. Se había transformado en su infierno. Y se torturaba en la eterna pregunta "qué hice mal?".

Se arrodilló arrepentido. Y entonces la vio. La oportunidad de vivir.

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